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Patrimonio Histórico


Palacio de Jabalquinto 

El edificio más emblemático de la arquitectura civil de este municipio, estratégicamente situado entre el Guadalquivir y el Guadalimar, es el Palacio de Jabalquinto, que empezó a construirse en el siglo XV, se remodeló en los siglos XVIII y XIX y durante toda la segunda mitad del siglo XX ha venido presagiando ruina. Sus promotores fueron los Benavides, dueños del señorío tras su compra a Baeza, que decidieron simbolizar su poder levantando el palacio en el espacio anteriormente destinado a fortaleza, y siglos después lo traspasaron a los condes de Benavente. 

La planta del palacio es rectangular con jardín-huerto incorporado. Presenta una gran fachada apaisada enriquecida con dos portadas de sillería datadas en el último tercio del siglo XVI. La principal, orientada al sur, abre con arco de medio punto enmarcado por pilastras cajeadas con capiteles corintios sobre altos basamentos. Su entablamento se rompe para acoger un balcón de vano adintelado y antepecho de hierro forjado. A sus lados, sendos escudos nobiliarios de gran empaque sostenidos por tenantes, labrados un siglo después, que presentan forma ovalada sobre cartela apergaminada y coronada. En los laterales se abren nuevos vanos asimétricos para ventanas con reja de forja. 

La otra portada es adintelada, con grandes dovelas, pilastras con basamentos, sencilla cornisa y, en el piso superior, un ventanal a eje con la portada. En su interior llama la atención el vestíbulo, probablemente del siglo XIX, cuya techumbre es adintelada con pequeñas bóvedas; la baranda de la escalera, de hierro forjado; la rejería, sutilmente decorada; y los esbeltos pilares que la sostienen. También se conserva, en piedra labrada, un monumento funerario con la fecha de 1895, con ornamentación vegetal y capiteles compuestos; y, en el patio, otro magnifico escudo barroco. 

En 1985 fue declarado Bien de Interés Cultural.

 

Iglesia de la Encarnación 

Si el Palacio de los Benavides es el más significativo artísticamente de los bienes culturales civiles –en contraste con la pobreza estética y la simplicidad arquitectónica del Ayuntamiento–, la representatividad religiosa la ostenta la iglesia parroquial de la Encarnación. Sus proporciones son discretas; su construcción se inició en el siglo XVI, pero el crecimiento demográfico a partir del último tercio del siglo XVIII precisó un largo proceso de ampliación que se consumó a lo largo de todo el siglo XIX. 

El elemento originario es su nave rectangular cubierta por una bóveda de medio cañón que descansa sobre arcos fajones que, a su vez, descargan sobre estribos. Muy posterior es el presbiterio, al que se accede por arco toral de medio punto, y cuyo testero plano recibe luz por ventanas con forma de trébol. 

Exteriormente, en el lateral derecho, a los pies, se levanta una espadaña con dos cuerpos, el inferior con dos vanos con arco de medio punto y el superior con un solo hueco de campanas. Sin embargo, lo más destacado de la parroquial es la portada, renacentista como la nave, comprendida entre verticalizados estribos. En el arco de medio punto una pequeña cartela enfatiza la clave y las enjutas contienen placas triangulares. Las jambas, en cambio, son lisas y las flanquean columnas acanaladas con capiteles corintios. El entablamento tiene arquitrabe doble y, por encima de él y de los jarrones de piedra de los extremos de la cornisa, se aprecia un llamativo medallón, sobre cartela apergaminada, con un relieve de la Virgen sedente con el Niño en las rodillas y un querubín a los pies.

 

Otros monumentos

 La prestancia del Palacio de Benavides y la severidad arquitectónica de la Iglesia de la Encarnación contrastan con la sencillez de las viviendas rurales del municipio. El palacio y la iglesia no sólo son los referentes patrimoniales de la localidad y la memoria histórica que conduce del medievo a la modernidad, sino también los elementos que han vertebrado urbanísticamente Jabalquinto. La calle Joaquín Álvarez nace en el palacio y desemboca en la iglesia. Es la más distinguida del pueblo. Sus casas se han levantado entre el siglo XVIII y el XX. Las puertas suelen ser descentradas y adinteladas, las cornisas de ladrillo y teja, algunas exhiben medallones y hasta cartelas, predomina el eclecticismo, pero el punto de unión que las emparenta entre sí, y con sus preciados monumentos, son las ventanas con reja volada de hierro forjado.

 El esquema se vuelve a repetir en la calle Cervantes o en la plaza de España: la importancia social y arquitectónica de sus casas no depende tanto de las tipologías constructivas, de las innovaciones estilísticas o de la articulación de las fachadas, como de la calidad de la forja y del hierro colado de sus ventanas.

 A espaldas del Palacio se encuentra una casa que en otro tiempo fue ermita de San Juan Bautista: conserva la estructura de las portadas conventuales del XVII, una pequeña espadaña y, naturalmente, notable rejería como manda la tradición de Jabalquinto.

 

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